Odontología pediátrica

Pediatric dentistry

ODONTOPEDIATRÍA  |  EDITORIAL  |    OPEN ACCESS  |    PEER-REVIEWED

Odontología pediátrica

Pediatric dentistry

Autor/es: Martha Lourdes Basso

Vol: 103  |  Nº 1  |  Mar 2015  |  Páginas: 1-3

Publicado: 20/03/2015

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EDITORIAL - ODONTOPEDIATRÍA


Odontología pediátrica

Pediatric dentistry
 

Martha Lourdes Basso (1)

1. Profesora Emérita, Universidad del Salvador / Asociación Odontológica Argentina


Resumen

La Odontología pediátrica ha realizado aportes básicos pero esenciales en dos temáticas del conocimiento (no sólo para los grupos etarios de su competencia, sino para la Odontología toda): el control de su patología más prevalente, la caries dental; y la consideración de los aspectos emocionales durante el tratamiento odontológico.

En este último sentido, el legado –que comenzó hace más de medio siglo– constituye el núcleo de conceptos y valores que sustentan una actividad terapéutica pediátrica respetuosa y saludable.

Palabras clave: Odontología pediátrica, manejo de la conducta, conducta del niño.



Abstract

Pediatric dentistry, one of the dental specialties, has provided basic but essential contributions to two relevant issues of knowledge not only for the age groups within its competence, but also for dentistry as a whole. On one hand, the control of its most prevalent pathology, dental caries, and on the other hand, the consideration given to the emotional aspects involved in dental treatment.

The contributions of pediatric dentistry to the latter for more than a half century constitute the core of the concepts and values that sustain a mindful and healthy therapeutic pediatric activity.

Key words: Pediatric dentistry, behavior management, child behavior.




“Odontopediatría”, “Paidodoncia”, “Odontología para niños” y “Odontología pediátrica” son diferentes denominaciones de una de las ocho especialidades de la Odontología. Fue reconocida como tal en 1974 por la Asociación Dental Americana (ADA), institución que la define como “una especialidad limitada por edad, destinada a proveer –a través del cuidado preventivo y terapéutico– la salud bucal a infantes y niños hasta la adolescencia, inclusive a aquellos con necesidades médicas especiales”.(1)

Los alcances de esta especialidad comprenden una variedad de disciplinas, técnicas, procedimientos y habilidades que comparten una base común con otras especialidades, y que, a la vez, son modificados según y adaptados a los requerimientos de la infancia durante sus etapas de desarrollo evolutivo.

Es importante señalar que esta especialidad de la Odontología ha realizado aportes básicos y esenciales en dos temáticas del conocimiento –no sólo para los grupos etarios de su competencia, sino para la Odontología toda–: el control de su patología más prevalente, la caries dental; y la consideración de los aspectos emocionales durante el tratamiento odontológico.

Este último aporte tiene una enorme trascendencia en el campo de la Odontología pediátrica, ya que los aspectos emocionales definen la conducta del paciente, la cual, a su vez, condiciona la elección terapéutica, con tanta o más gravitación que la condición o la severidad de la patología del niño.

Más allá de las diferencias en la estructura emocional y en el temperamento de las personas, las ciencias de la conducta humana reconocen pautas comunes en el desarrollo biopsicosocial para las diferentes edades cronológicas.

Frente a la irracional angustia que despierta la atención odontológica, la conducta durante la infancia se manifiesta en la dificultad para aceptar y permitir el tratamiento.Al respecto, la Odontología pediátrica propone diferentes caminos para revertir esa situación. Estos abordajes han sido normatizados por la Academia Americana de Odontología Pediátrica (AAPD) en la “Guía para el manejo de la conducta”, en la que se describen las diferentes opciones, desde el “decir-mostrar-hacer” hasta la anestesia general.(2)

De ese abanico de posibilidades, algunas resultan muy peligrosas y perjudiciales para la salud mental del niño, por ejemplo, la restricción física con elementos –como el denominado “papoose board”–, o la técnica “hand over mouth” (HOM) o “mano sobre la boca”. Es interesante revisar la adhesión a estas propuestas terapéuticas en el mundo: las publicaciones muestran que se hallan ampliamente difundidas y señalan que, en la mayoría de los casos, se emplean técnicas de inmovilización en niños sedados o no sedados. Y la técnica de la “mano sobre la boca” sigue siendo utilizada desde su descripción por Craig en 1971. Además, algunos trabajos señalan un preocupante incremento en la utilización de la anestesia general en “los niños que muestran inmadurez psicológica o emocional, son extremadamente no-cooperadores, temerosos, ansiosos”.

Con todas estas técnicas, el odontólogo logra realizar el tratamiento, pero se minimizan y desestiman los efectos emocionales en el niño.

Un aporte fundamental de las últimas décadas es haber establecido que los primeros años de la vida mental del iño son decisivos para la salud mental del adulto. Niñez y adolescencia son las etapas más delicadas de nuestro crecimiento: todas las vivencias que recogemos en esos años se imprimen en nuestro cerebro con una fuerza tal que nos acompañan durante toda la vida. Hoy ya nadie niega que “lo que se vive en la infancia permanece para siempre”, ni que las experiencias negativas dejan profundas huellas que condicionan nuestra conducta adulta.

Sobre ese conocimiento se asienta, en nuestro medio, una escuela odontopediátrica con características propias, iniciada en los años cincuenta, cuando el vertiginoso desarrollo del psicoanálisis invadió todos los ámbitos, suceso al cual la odontología no fue ajena. La entonces Profesora de Odontopediatría de la Universidad de Buenos Aires, Dra. María Inés Egozcue, supo acercar estos hallazgos a la clínica, creando una escuela sustentada en el respeto del niño y en la prevención de las patologías bucales más frecuentes. Partiendo de la filosofía que prioriza los aspectos emocionales que se ponen en juego en la atención odontológica, obtener la colaboración voluntaria por parte del niño constituye el objetivo primario. Por supuesto, exige estudio, esfuerzo, técnica y tiempo.(3)

Los odontopediatras formados en esta escuela son concientes de que existen situaciones que no pueden resolver –dado el profundo compromiso emocional–, en las que se hace necesaria la derivación al especialista del área correspondiente.

Las técnicas de sedación farmacológica y anestesia general, incuestionablemente eficaces en situaciones especialísimas y excepcionales, han sido muy difundidas y son utilizadas de modo abusivo, aun en el caso de niños que podrían ser atendidos de la manera convencional. Amén de los riesgos físicos que dichas técnicas implican, hay una realidad incuestionable: con esos métodos, el paciente, al no elaborar la situación, no genera ningún vínculo positivo con la odontología que lo conduzca a la futura valoración y el cuidado de su salud bucal. Por el contrario, tal como fue expresado hace ya medio siglo por la Dra. Susana Lustig, “aunque sea difícil de aceptar, no es la precariedad de la atención odontológica la esponsable del deterioro prematuro de los dientes en los adultos, sino el hecho de que estos pacientes han sido víctimas de malos tratos en algún momento de su historia vital; malos tratos no intencionales, sino producto de haber olvidado al niño”.(4)

Indudablemente, preparar a un paciente para la aceptación voluntaria del tratamiento implica conocimiento, tiempo y esfuerzo por parte del profesional, sobre todo en tratamientos técnicamente complejos. En estos casos, en especial, el tiempo de preparación del niño no puede omitirse.

Pero ese tiempo de preparación y adaptación del niño tiene un costo que, frecuentemente, no es retribuido de ninguna manera. Por el contrario, muchas veces las condiciones de trabajo son precarias, los honorarios regulados por las instituciones de la salud no son dignos, y en los consultorios el equipo profesional varía continuamente y no siempre es integrado por especialistas, todo lo cual hace que se tienda inevitablemente al deterioro de la calidad terapéutica.

Esta situación conduce a apelar a técnicas traumáticas bajo el pretexto de la “urgencia”, basada más en lo económico que en lo biológico. Y aquí se incluyen no sólo las técnicas descriptas, sino también toda una gama de las llamadas “puestas de límites” (amenazas, enojo, gritos, expresiones y gestos intimidatorios, burla, etc.), que no son otra cosa que formas de maltrato sutiles.(5)

Desde la perspectiva de la salud del niño, las únicas urgencias que no admiten demora son el dolor y la infección. Y ambas pueden ser controladas con la medicación antibiótica y analgésica, a fin de poder implementar luego la técnica convencional. 

No se trata de desestimar el valor de las técnicas de sedación, a las que el especialista médico puede acudir para controlar una situación que no logra superarse de otra manera, cuando ya se han probado todos los recursos disponibles para la preparación del paciente a la aceptación voluntaria del tratamiento.

El complejo rol del odontopediatra –como el de todo aquel que se dedica al trabajo con niños– exige no sólo conocimientos, sino que implica también una genuina afinidad del profesional con los niños y los adolescentes, y una clara vocación de curarlos, ayudarlos y protegerlos, evitando cualquier iatrogenia, sea ésta biológica, psicológica o social.

El avance vertiginoso del conocimiento y la tecnología ha dado lugar a intensas modificaciones sociales, a cambios epidemiológicos y a una explosión en el campo de las comunicaciones, lo cual ha generado nuevas realidades, a las que es necesario adaptarse con rapidez.

Sin embargo, en la actividad terapéutica, conceptos y valores como la empatía, la sensibilidad y el respeto deben mantenerse como centro de los planteos éticos que humanizan la tarea.


Referencias

  1. American Dental Association Commission on Dental Accreditation. Accreditation standards for advanced specialty education programs in pediatric dentistry. Chicago, III; 2013. Aprobado por el Council on Dental Education and Licensure, American Dental Association.
  2. American Academy of Pediatric Dentistry. Guideline on Behaviour Guidance for the Pediatric Dental Patient. Reference Manual 1990 revisada en 1991, 1996, 2000, 2005, 2006, 2008, 2011.
  3. Egozcue MI. Aportes psicoanalíticos a la clínica odontopediátrica. En: Aberastury A. El psicoanálisis de niños y sus aplicaciones. Buenos Aires, Paidós, 1972, pp. 152-62.
  4. Lustig de Ferrer S. Cambios introducidos en la odontología a raíz del enfoque integral del paciente. Boletín de la Asociación Argentina de Odontología para Niños 1966;8:34-8.
  5. Basso ML. Puesta de límites en Odontopediatría. Rev Asoc Odontol Argent 1997;85:40-5.

Contacto:
Martha Lourdes Basso
bassojml@gmail.com
José Ortega y Gasset 1827 9.º B (C1426DHG)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina


Odontología pediátrica   manejo de la conducta   conducta del niño   Pediatric dentistry   behavior management   child behavior  

Citar este artículo
Basso M. Odontología pediátrica. Rev Asoc Odontol Argent. 2015 Mar 20;103(1):1-3. Disponible en: https://raoa.aoa.org.ar/revistas?roi=1031000147
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Versión electrónica ISSN 2683-7226. 
DOI: 10.52979/raoa.1898
Título abreviado: Rev Asoc Odontol Argent




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